Un campeón de la verdad (3a parte)

Sermones 2023.04.04

Saludos amigos. En nuestra presentación anterior, vimos la posición audaz que tomó el gran reformador, Martín Lutero, en la Asamblea Nacional en Worms, Alemani, rechazando negar las verdades que se encuentran en la Palabra de Dios, Lutero declaró solemnemente: «Por lo cual, si no se me convence con testimonios bíblicos… y si no se me persuade con los mismos textos que yo he citado, y si no sujetan mi conciencia a la Palabra de Dios, yo no puedo ni quiero retractar nada, por no ser digno de un cristiano hablar contra su conciencia. Heme aquí; no me es dable hacerlo de otro modo. ¡Que Dios me ayude! (CS 148.3).

Por un momento, toda la asamblea se quedó sin palabras de asombro ante la valentía de este hombre. En el libro, El Conflicto de los Siglos, de Elena de White se describe la escena de esta manera: “Así se mantuvo este hombre recto en el firme fundamento de la Palabra de Dios. La luz del cielo iluminaba su rostro. La grandeza y pureza de su carácter, el gozo y la paz de su corazón eran manifiestos a todos los que le oían dar su testimonio contra el error, y veían en él esa fe que vence al mundo (CS 148.3).

Al menos se rompió el silencio. “Si no te retractas,” gritó el vocero de la asamblea, “el emperador y los estados del imperio verán lo que debe hacerse con un hereje obstinado” (CS 148.5).

Los amigos de Lutero temblaron ante estas palabras, pero el reformador respondió con calma, “¡Dios me ayude! porque de nada puedo retractarme” (CS 149.1).

Después de consultar juntos, los miembros de la Asamblea decidieron darle a Lutero una oportunidad más para retractarse. Pero el reformador simplemente respondió, “No tengo otra respuesta que dar, que la que he dado”. (CS 149.2).

Estaba claro para todos que el reformador no se dejaría persuadir ni por promesas ni por amenazas de entregar su conciencia al poder de Roma.

Lutero regresó a donde se alojaba en la ciudad de Worms mientras el legado romano, Aleandro, usaba toda su elocuencia y habilidades diplomáticas para persuadir a Carlos, el joven emperador alemán, de que condenara al humilde monje y mantuviera su amistad con la poderosa Roma. Las palabras de Aleandro fueron contundentes y al día siguiente el emperador anunció a la asamblea nacional su determinación de mantener y proteger la religión católica. “Estoy firmemente resuelto a seguir el ejemplo de mis antepasados,” (CS 151.2) él declaró. En otras palabras, aunque estaba familiarizado con las enseñanzas de Lutero y había escuchado su testimonio, decidió rechazar la luz que se le había presentado.

“Son muchos los que en la actualidad se aferran a las costumbres y tradiciones de sus padres.” Escribió Elena de White, “Cuando el Señor les envía alguna nueva luz se niegan a aceptarla… No nos aprobará Dios si miramos el ejemplo de nuestros padres para determinar lo que es nuestro deber, en vez de escudriñar la Biblia por nosotros mismos (151.3).

Una vez que el emperador anunció su decisión de defender la Iglesia Romana, la seguridad de Lutero estuvo inmediatamente en peligro. Algunos instaron a que lo arrestaran de inmediato, mientras que otros, incluido el propio emperador, insistieron en que se respetara el salvoconducto de Lutero. Sin embargo, los que estaban a favor de Roma persuadieron al emperador para que emitiera un edicto según el cual, tan pronto como expirara el salvoconducto de Lutero, se tomarían medidas inmediatas contra él. fue denunciado como “el mismo Satanás bajo la figura humana y envuelto con hábito de fraile… Se prohibía guarecerle, suministrarle alimento, bebida o socorro alguno… Debía apresársele… y entregársele a las autoridades. Sus adeptos debían ser encarcelados también y sus bienes confiscados” (154.3).

Pero Dios todavía guardaba de cerca a Su siervo y proporcionó una vía de escape a través de Federico de Sajonia, un amigo de alto rango de la Reforma. En un atrevido rescate, Lutero fue arrebatado de sus asistentes cuando se dirigía a su casa y rápidamente fue llevado a caballo por el bosque hasta el castillo de Wartburg.

Fue allí, en esa aislada fortaleza montañosa, donde Lutero llevó a cabo parte de su obra más importante y duradera, incluida la traducción del Nuevo Testamento al idioma alemán. Aunque sus enemigos pensaron que el Reformador había sido silenciado, él continuó con su obra. Además de traducir el Nuevo Testamento, Lutero escribió numerosos tratados que circularon por toda Alemania. Sus enemigos estaban asombrados y confundidos con la prueba tangible de que el Reformador estaba vivo, y el mensaje bíblico todavía se proclamaba por toda la tierra.

Martín Lutero pudo decir, como lo hizo el apóstol Pablo en su carta a Timoteo: “Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio, en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; mas la palabra de Dios no está presa. Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.” (2 Timoteo 2:8-10).

Alabamos al Señor por el ejemplo de Pablo, Martín Lutero y tantos otros que, a través de la fuerza de Dios, han sido fieles a Su Palabra a pesar de la persecución, y nos han llevado la luz hoy.

Oremos juntos ahora mismo. Padre en el cielo. Gracias por proteger la vida de Martín Lutero. Gracias por inspirarlo a traducir la Biblia. Gracias por ayudarlo a escribir mensajes de aliento y verdad a las personas para que sus mentes despierten a lo que deseas que sepan desde la sala del trono del Cielo. Entender la Palabra de Dios es para ellos y para nosotros. Señor, guíanos ahora mientras permanecemos sobre los hombros de aquellos que nos han precedido, defendiendo fiel y firmemente la Palabra de Dios tal como se lee. Gracias por esta preciosa palabra y que nos sostenga en el futuro, ya que enfrentaremos días difíciles por delante. Te damos gracias por la Palabra de Dios. En el nombre de Jesús, te lo pedimos. Amén.


Fuente: https://interamerica.org/es/