Conoce a Amira, una niña a la que las bombas y las balas le arrebataron la infancia. Después de huir de su hogar en Siria debido a la guerra en curso, Amira se convirtió en una niña refugiada.
“Durante años, hemos estado viviendo en tiendas de campaña en este lugar llamado campo de refugiados”, dice Amira.
A pesar de escapar de las penurias de la guerra, la vida sigue siendo difícil para Amira. A menudo sueña despierta con la hermosa casa que dejó atrás y el olor de la cocina de su madre cuando su estómago ruge por el hambre.
En el campamento, Amira no tiene que preocuparse por los peligros que la atormentaban en casa. Pero durante el frío invierno, el viento sopla a través de la tienda temporal por la noche, y durante el verano, hay poco alivio del calor abrasador.
“Tenemos acceso limitado a alimentos, agua limpia, saneamiento y atención médica”, comparte Amira.
Amira también tiene años de atraso en la escuela debido a su vida desafiante como refugiada y no tiene acceso constante a un sistema educativo. Extraña los paseos a la escuela que solía hacer con sus amigos en casa. La única opción que Amira y niños como ella tienen para cualquier tipo de educación son escuelas improvisadas construidas con lonas azules y blancas. Aunque la situación es menos que ideal y los suministros son limitados, Amira disfruta asistir porque puede ver a sus amigos.
“Cuando estoy con mis amigos, puedo olvidar todas las cosas que me entristecen”, dice.
Amira siente que su oportunidad de lograr un futuro brillante está en peligro, y la esperanza y los recuerdos que guarda cerca parecen desvanecerse, y ella no es la única. Hoy, junto con Amira, casi 37 millones de niños se vieron obligados a huir de sus hogares debido a la guerra, la persecución y la violencia. ADRA se compromete a apoyar los derechos y el bienestar de todos los niños refugiados y desplazados, tanto hombres como mujeres.
Fuente: https://adra.org/
