He estado muy agradecido este año por la reapertura de las fronteras internacionales. Qué alegría poder reencontrarnos cara a cara y compartir un cálido abrazo con colegas y amigos en Fiji, Papúa Nueva Guinea, Nueva Zelanda y otras partes del Pacífico Sur. Había extrañado enormemente estas conexiones en persona.
Mientras estaba en Papúa Nueva Guinea, en la Misión Simbu de las Tierras Altas Orientales, hubo un encuentro personal que nunca olvidaré. Después de hablar en la iglesia Kama en Goroka, un hombre que nunca había conocido, esperó hasta que todos los demás me saludaron al final de la adoración. Tenía lágrimas en los ojos cuando me dijo: “Fui aprendiz de la brigada de bomberos y saqué a tu padre de entre los escombros”. Durante la reunión les recordé que mi padre era uno de los cuatro sobrevivientes de un accidente aéreo de la Misión Adventista en Goroka en 1973. Trágicamente, se perdieron cuatro vidas. Este hombre ayudó a salvar la vida de mi padre. Valientemente arriesgó su propia vida para ayudar a mi papá. Conocerlo fue increíblemente emotivo.
Su asombroso acto de desinterés me hizo pensar en el sacrificio de Jesús por nosotros. Jesús dejó la seguridad de la felicidad eterna y lo arriesgó todo para venir a esta Tierra como un pequeño bebé. El Creador se hizo criatura. No había garantías de que volvería a ver a su Padre, pero estaba dispuesto a correr el riesgo porque nos ama. Jesús podría haber convocado a un ser celestial para sacarlo de los escombros de esta Tierra. Pero, en cambio, Él voluntariamente entregó Su vida por ti y por mí.
Al llegar al final de otro año, sigamos dando gracias por el sacrificio desinteresado que Jesús hizo por nosotros y por su presencia continua en nuestras vidas. El amor de Jesús es un mensaje de esperanza que podemos compartir con quienes nos rodean en esta temporada.
Fuente: https://record.adventistchurch.com/
