'¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?'

Comentarios 2022.07.15

El 11 y 12 de julio, se dio a conocer al público el primer conjunto de imágenes capturadas desde el Telescopio Espacial James Webb. Incluyeron una imagen de campo profundo salpicada de miles de galaxias, una vista de una agrupación de cinco galaxias, imágenes de nebulosas con estrellas envueltas en sus regiones ricas en polvo esculpidas de diversas formas, y un espectro de transmisión obtenido de la luz de las estrellas filtrada a través de la atmósfera de un exoplaneta.

Estas imágenes marcan el muy anticipado comienzo de las operaciones científicas de este telescopio espacial y fueron aclamadas con comunicados de prensa en todo el mundo debido a su impresionante resolución, valor informativo y belleza intrínseca.

Esta oportunidad sin precedentes para la observación cósmica naturalmente genera un deseo de una reflexión más profunda sobre el ingenio humano, la creación de Dios y una comprensión bíblica de nuestro lugar y significado en el cosmos.

El ingenio humano: el sello distintivo de una buena creación

La adquisición exitosa de imágenes por parte del Telescopio Espacial James Webb es el producto de más de 30 años de planificación e implementación de un proyecto complejo por parte de miles de científicos, ingenieros y técnicos. Desde el telescopio de Galileo hasta los aceleradores de partículas modernos, la tecnología y la instrumentación a menudo han sido los catalizadores para el descubrimiento de nuevos fenómenos en la naturaleza y nos han ayudado a discriminar entre ideas contrapuestas para su explicación.

Sin duda, el telescopio Webb contribuirá igualmente a la expansión de las fronteras del conocimiento. Sin embargo, independientemente de los avances científicos que serán posibles gracias a este instrumento, su misma existencia y operación activa son un testimonio del ingenio humano.

Este increíble artefacto construido en la Tierra y ahora ubicado en el espacio unas cuatro veces más lejos que la órbita de la Luna encarna la esencia de lo que realmente nos hace especiales: tanto en la ciencia como en el arte, es la capacidad de concebir, diseñar, crear e implementar algo que no estaba allí antes. Las colaboraciones científicas de este tipo, especialmente cuando están destinadas al beneficio de todos, son una expresión de cómo los humanos fueron hechos a imagen de Dios.

También podríamos pensar en numerosos casos en los que el ingenio humano se dedicó a construir torres de Babel, perpetrando el mal. La perspectiva bíblica nos ayuda a entender mejor estos resultados contrastantes de los esfuerzos creativos humanos. Si la capacidad de descubrir, diseñar y crear es un buen don que nos otorga nuestro Creador, no podemos pasar por alto la influencia del pecado en las prioridades y ambiciones humanas: “Dios creó a la humanidad recta, pero han ido en busca de muchos proyectos” (Eclesiastés 7:29, NVI).

Aprendiendo sobre el Cosmos: Oportunidades y Desafíos

¿Cuáles son algunas de las preguntas específicas que se esperan responder gracias al telescopio espacial James Webb? ¿Y qué hace que este telescopio sea el adecuado para abordarlos?

Quizás, el elemento clave es que los instrumentos científicos del telescopio están diseñados para realizar observaciones en la región del infrarrojo cercano y del infrarrojo de baja frecuencia del espectro electromagnético. Esto permite, entre otras cosas, capturar la luz de galaxias distantes y objetos débiles o más fríos que emiten radiación en el infrarrojo, y observar patrones de absorción de la luz de las estrellas por las atmósferas exoplanetarias. Se espera que estas observaciones proporcionen nuevos conocimientos sobre los modelos cosmológicos y la formación y evolución de galaxias, estrellas y exoplanetas.

Es fascinante pensar que los astrofísicos podrán utilizar los datos adquiridos por el telescopio Webb para extraer generalidades de la amplia gama de posibilidades de configuración y composición que existen entre las galaxias, estrellas y exoplanetas. Esta capacidad de dar sentido al cosmos, categorizando y comprendiendo la dinámica de sus fenómenos, es lo que hace que el estudio científico de la creación sea notablemente satisfactorio. La inteligibilidad y la consistencia ocurren dentro de un tapiz de innumerables combinaciones y dan testimonio de la sabiduría y la grandeza de Dios, pero también de su deseo de ser conocido. Sus pensamientos superan en número a los granos de arena de nuestro planeta y, sin embargo, podemos reflexionar sobre ellos (Salmo 139:17, 18).

También es inevitable que algunos de los hallazgos basados ​​en datos adquiridos por el telescopio Webb se presenten de manera que desafíen la cosmovisión bíblica de los orígenes. Los modelos cosmológicos basados ​​en la astrofísica no están aislados de las cuestiones filosóficas sobre los orígenes y pueden enmarcarse dentro del panorama más amplio del debate de larga data entre el materialismo y el teísmo.

En un nivel más específico, podríamos esperar que los resultados relacionados con los exoplanetas proyecten una narrativa que separe el origen de la vida de un acto de creación especial y lo trivialice como un fenómeno común o inevitable en el cosmos.

Finalmente, la cuestión de la edad del universo y su relación con la cronología bíblica y la semana de la creación seguirá siendo fuente de discusión. Se ha sugerido que un modelo de “creación en dos etapas” de un universo antiguo y una semana de creación reciente puede reconciliar Génesis 1 con los modelos cosmológicos actuales. Sin embargo, este enfoque no resuelve toda la tensión, porque los modelos de evolución planetaria incluyen procesos como la formación de la corteza, los océanos y la atmósfera que se mencionan en los primeros días de la creación y, por lo general, se modelan en escalas de tiempo largas. Al igual que el centurión romano, creo que Cristo tiene autoridad sobre Su creación (ver Mateo 8:8, 9) y el poder de decir cosas instantáneamente para que existan. Sin embargo, cuando trato con áreas de tensión, me resulta útil abstenerme de especular sobre cosas de las que sé muy poco.

Entre lo terrenal y lo celestial

Al mirar las imágenes obtenidas del Telescopio Espacial James Webb, me siento un poco como David en su contemplación del cielo nocturno. Soy consciente de mi estado finito, pero también de mi valor. Dios asignó a los humanos la tierra como su hogar. Y, sin embargo, mientras nos basamos diariamente en la realidad terrenal, se nos ha dado la oportunidad de considerar los cielos. Hace unos 3.000 años, David no conocía los agujeros negros ni los exoplanetas ni las colisiones galácticas. Sin embargo, sus palabras inspiradas de asombro y adoración suenan increíblemente verdaderas: “¡Señor, nuestro Señor, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria en los cielos” (Salmo 8:1, NVI).

Por Ronny Nalin, Instituto de Investigación de Geociencias


Fuente: https://www.adventistworld.org/