El viaje de Ingrid hacia la supervivencia mediante la resiliencia

Noticias Adventistas 2024.03.26

Ingrid Flores es una mujer soltera que vive con su madre y su hijo pequeño en el corredor seco de Honduras, donde más de la mitad de la población vive en condiciones deficientes. Durante años vivió con un marido abusivo hasta que un día él la golpeó y la dejó tirada en el suelo porque anteponía las necesidades de su hijo enfermo a las de él. El niño presenció los golpes y luego le dijo: “Mami, vi a papá matarte”.

Sabía que era hora de irse, pero ¿adónde podía ir y cómo podía mantener a su hijo? Su hermano mayor los acogió, lo que le permitió prepararse para la carrera de contaduría pública. Incluso con eso, no pudo mantenerlos a los dos después de que su hermano muriera de COVID. Su mamá se mudó y ayudó cuando pudo. Ingrid luchó en la pobreza extrema hasta que la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) comenzó un programa de seguridad alimentaria y medios de vida en su vecindario que cambió su vida.

ADRA se asoció con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) para iniciar los programas de Transferencia en Honduras que establecen la autosuficiencia y generan oportunidades de resiliencia agrícola. Las mamás como Ingrid reciben un vale mensual en efectivo para cubrir sus necesidades inmediatas, y ADRA les enseña cómo desarrollar jardines sustentables para mejorar la nutrición y ganar dinero extra con los productos que cultivan y hornean, permitiéndoles comercializar los frutos de su trabajo.

“A mi hijo le encanta la calabaza cocida con miel”, dice Ingrid. “Ahora puedo darle de comer todas las calabazas que le gusten y vender algunas en el mercado. Está sano y fuerte”.

También cree que las clases de jardinería y cocina de ADRA han transformado su vida. Ella explica: “Gracias al esfuerzo de ADRA, mi vida ha cambiado dramáticamente. Los de mi madre y mi hijo también, porque ADRA nos ayudó cuando más lo necesitábamos”.

Ingrid Flores es una mujer soltera que vive con su madre y su hijo pequeño en el corredor seco de Honduras, donde más de la mitad de la población vive en condiciones deficientes. Durante años vivió con un marido abusivo hasta que un día él la golpeó y la dejó tirada en el suelo porque anteponía las necesidades de su hijo enfermo a las de él. El niño presenció los golpes y luego le dijo: “Mami, vi a papá matarte”.

Sabía que era hora de irse, pero ¿adónde podía ir y cómo podía mantener a su hijo? Su hermano mayor los acogió, lo que le permitió prepararse para la carrera de contaduría pública. Incluso con eso, no pudo mantenerlos a los dos después de que su hermano muriera de COVID. Su mamá se mudó y ayudó cuando pudo. Ingrid luchó en la pobreza extrema hasta que la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) comenzó un programa de seguridad alimentaria y medios de vida en su vecindario que cambió su vida.

ADRA se asoció con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) para iniciar los programas de Transferencia en Honduras que establecen la autosuficiencia y generan oportunidades de resiliencia agrícola. Las mamás como Ingrid reciben un vale mensual en efectivo para cubrir sus necesidades inmediatas, y ADRA les enseña cómo desarrollar jardines sustentables para mejorar la nutrición y ganar dinero extra con los productos que cultivan y hornean, permitiéndoles comercializar los frutos de su trabajo.

“A mi hijo le encanta la calabaza cocida con miel”, dice Ingrid. “Ahora puedo darle de comer todas las calabazas que le gusten y vender algunas en el mercado. Está sano y fuerte”.

También cree que las clases de jardinería y cocina de ADRA han transformado su vida. Ella explica: “Gracias al esfuerzo de ADRA, mi vida ha cambiado dramáticamente. Los de mi madre y mi hijo también, porque ADRA nos ayudó cuando más lo necesitábamos”.


Fuente: https://adra.org/