El fuego sigue ardiendo

Comentarios 2023.04.05

La misión ha sido la narrativa subyacente en mi vida y en la vida de mi familia durante las últimas cinco décadas. Comenzó cuando me uní al equipo de un ministerio de café cuando era adolescente a principios de los años ochenta en una ciudad mediana de Alemania. Me impulsó a comenzar un ministerio de música que buscaba llegar a mis amigos seculares que no iban a la iglesia. Pasamos horas hablando con extraños en muchas ciudades europeas, invitándolos a venir a nuestros conciertos y comenzar una conversación sobre la vida, Dios y el vacío que todos sentimos en nuestras almas.

Más tarde, Dios me llamó al ministerio de tiempo completo y, después de casarme, mi esposa, Chantal, y yo pasamos 15 años enseñando a adultos jóvenes en edad universitaria en América del Sur y Asia. Hace catorce años me uní al equipo editorial de  Adventist World  como editora asociada, y mi misión cambió de ser maestra a ser autora y editora. Seguía siendo la misma misión.

Esta será la última introducción que escribiré para  Adventist World.  Durante los últimos dos años, mi esposa y yo hemos orado por nuestra misión y desde entonces nos hemos dado cuenta de que nuestra misión nos llama de regreso a Alemania, donde podremos estar más cerca de mi madre de 84 años y ministrar a las personas que viven en un sociedad secular poscristiana.

La misión no está limitada por la geografía, nuestra visión, las oportunidades o incluso la financiación. Nos atrajo la misión transcultural porque Humberto Rasi, exdirector de educación de la Asociación General, se tomó el tiempo de sentarse, escuchar e “contagiar” a una pareja joven que vivía en Sudáfrica con el deseo de servir a Dios.

Nos fuimos y servimos en circunstancias a veces difíciles. Tuvimos que aprender un nuevo idioma y nos vimos obligados a descifrar y comprender nuevas culturas. La misión nos cambió como también cambiamos a aquellos a quienes ministramos.

Esta edición de  Adventist World  destaca un giro importante en la misión adventista que se aleja de un enfoque más administrativo y estructural hacia la inversión en los lugares difíciles y los trabajadores de primera línea que, un pequeño paso a la vez, comprenderán, ministrarán, transformarán y serán transformados por la culturas a las que servirán.

La misión de Dios a lo largo de las Escrituras nunca ha cambiado. Él todavía está en el negocio de alcanzar los corazones de aquellos que nunca han oído y de transformar las mentes de aquellos que han sido atados por Satanás, aunque nuestros métodos y circunstancias puedan cambiar. Ya sea en el norte de África, los confines más lejanos de Asia, el las ciudades más grandes del Planeta Tierra, o el pueblito en el que vives, ¿estás listo para ser parte de la misión de Dios?


Fuente: https://www.adventistworld.org/