Cavar el pasado

Noticias Adventistas 2024.02.19

Las persianas estaban cerradas y la habitación estaba oscura. Era mi último año de universidad. Había cumplido con mi parte de sobrevivir las clases, pero esta era una clase diferente: “La arqueología y la Biblia”, que enseñaba el profesor Paul Bork en el Colegio Terciario Pacific Union en Angwin, California. Mientras otros dormían, estaba completamente despierta y cautivada por las conexiones gráficas entre los hallazgos históricos y las narrativas bíblicas.

Me entusiasmé tanto con la clase y el tema que Bork finalmente sugirió que me dedicara a la arqueología. Esa noción me pareció ridícula, y me reí en voz alta. Pensaba que era una profesión para hombres más grandes de frondosas barbas.

Alrededor de esos días, escuché que Siegfried Horn, el “Padre de la Arqueología Adventista”, dio una charla en uno de nuestros cultos sobre las correlaciones entre la arqueología y la Biblia. Quedé emocionada por cada detalle que conectaba la historia con la Biblia. Saqué un préstamo y viajé a Israel a participar de una excavación de campo en el lugar del puerto de Salomón en Tell Dor en la costa del Mediterráneo, trabajando bajo las órdenes del profesor Ephraim Stern, de la Universidad Hebrea de Jerusalén en Israel. Había varios otros que estaban explorando dedicarse a la arqueología, pero al final del verano, yo fui la única que declaró: “¡Es aquí donde me siento en casa!” La combinación de tener las manos en la tierra, el trabajo físico disciplinado, el registro de los hallazgos y la correlación con los ricos descubrimientos relacionados con eventos bíblicos, sin dejar de mencionar la zambullida diaria en el agua salada, me dio un entusiasmo y una pasión por la vida en el mundo arqueológico que jamás me ha abandonado.

Traer a la vida a la Biblia

La Biblia nos presenta un relato de las interacciones de Dios con el mundo físico y con un segmento específico de la humanidad. Nos brinda una perspectiva teológica que está anclada en eventos históricos, pero no es una historia completa de una cultura o civilización. El campo de la arqueología bíblica brinda detalles fascinantes que sustancian y validan la historicidad del marco bíblico. En otras palabras, los hallazgos arqueológicos pueden tener correlación con muchos de los detalles físicos, culturales y religiosos descritos en la Biblia.

La arqueología, sin embargo, posee limitaciones que es necesario reconocer. Los sitios antiguos relevantes a la narrativa bíblica han dejado muchos lugares en ruina. Los restos materiales que se hallan en las excavaciones son fragmentarios, y solo una fracción de un determinado sitio ha sido excavado. Cuando mi esposo, Roy, y yo estábamos viajando por Irak a fines de la década de 1980, nos sorprendió ver numerosos montículos elevados, o lugares antiguos, que salpican el paisaje. Algunos habían sido explorados parcialmente, pero muchos jamás habían sido tocados.

Nuestro conocimiento, si bien es grande, es sumamente limitado. Cuando hay discrepancias aparentes entre los hallazgos arqueológicos y el registro bíblico, uno no puede verse forzado a concordar con el otro. Es fundamental mantener los datos bíblicos y arqueológicos separados en pro de la integridad de las disciplinas.

Información extrabíblica y la Biblia

Hallar puntos comunes entre los hallazgos arqueológicos y la narrativa bíblica es una experiencia que entusiasma y gratifica. Hay muchos hallazgos que son mencionados por nuestras ricas colecciones de comentarios bíblicos ilustrados y estudios bíblcios siempre en expansión. Los textos cuneiformes encontrados en el antiguo sitio de Nuzi (hoy llamado Yorghan Tepe), en el norte de Irak, brindan una apertura fascinante sobre la antigua vida patriarcal en el Cercano Oriente (períodos del Bronce Temprano y Medio, c. 2000–1500 a. C.).1

Por ejemplo, Abram determine que, dado que Dios no lo había bendecido con un heredero, su siervo Eliezer sería su heredero (Gén. 15:2). Esta práctica también puede verse en relatos de Nuzi en los que un hombre sin hijos adopta a su siervo para que sea su heredero.2

Un contrato matrimonial de Nuzi permite que una esposa estéril adquiera una esclava como concubina para su esposo. Si la esclava tiene un hijo de su esposo, la esposa tiene autoridad sobre ese niño.3 Esto nos recuerda lo que Sarai le pidió a Abram cuando solicitó que su sierva Agar fuera dada a Abram para cumplir la promesa divina de un hijo (Gén. 16). Estas son solo dos de las numerosas similitudes entre las narrativas bíblicas patriarcales y la cultura y sociedad antigua revelada en Nuzi.

Los trasfondos del Antiguo Cercano Oriente también han mejorado el estudio de las vidas públicas y privadas de las mujeres bíblicas. El libro de Ester se refiere a la reunión de mujeres hermosas de todo el Imperio Persa (Aqueménida). Aunque (aún) no tenemos evidencias extrabíblicas de este encuentro particular de la reina Ester, tenemos evidencias de otros encuentros. La Crónica Babilónica de Babilonia en Irak, o el rey aqueménida Artajerjes III (359/358–338 a. C.), describe la toma de mujeres sidonias al palacio después de que el rey derrotara a Sidón. Las porciones relevantes del texto expresan: “El decimocuarto [año] de […] Artajerjes [III]: […] En el decimosexto día las […] mujeres prisioneras de Sidón, que el rey envió a Babilonia, en ese día entraron al palacio del rey”.4

Aunque no sabemos cómo se acicaló a esas mujeres sidonias para sus futuros cargos, sabemos algo del posible proceso de la historia de Ester. El relato bíblico nos dice que las jóvenes pasaron por doce meses de preparativos, con seis meses dedicados a tratamientos con perfumes. Los aceites y especias aromáticas se exportaban desde Persia, la India y Arabia.5 Los hornillos cuboides para especias, como los hallados en la ciudad israelí de Laquis (en el moderno Israel) y en la ciudad babilonia de Nippur (en la moderna Irak), donde muy probablemente era usado como hornillos de cosméticos para este tipo de tratamiento aromático.6 Este tipo de quemador de incienso posee una larga historia en la Mesopotamia y la Península Arábiga y sigue siendo usado en la actualidad.7 Las especias quemadas en él tenían que “escogerse por su combinación de aromas, repelentes de insectos y con propósitos terapéuticos”.8 Una mujer se colocaba sobre el incienso ardiendo, perfumando así la piel bajo sus ropas.9 Otras formas de hornillos de incienso tenían forma de atriles colocados a menudo cerca de individuos importantes. Pueden verse en un relieve de Persépolis que describe a Darío el Grande sentado (ahora en el Museo Arqueológico de Teherán) y el sello cilíndrico de una mujer sentada con sus sirvientes (en exposición en el Museo de Louvre).10

Personajes bíblicos de fuentes extrabíblicas

La confirmación de personajes bíblicos que de otra forma no son mencionados en fuentes extrabíblicas sigue ejercitando nuestra paciencia y fe. Fuera de la Biblia, no existe una antigua verificación en el Cercano Oriente de variois individuos destacados, como por ejemplo Zafnat-panea (José), Beltsasar (Daniel) y Ester (Hadasa).

Sucedía lo mismo con el rey asirio Sargón II, que es mencionado solo una vez en Isaías 20:1, y se creía que era un ejemplo de la ignorancia del escritor bíblico. Sin embargo, el cónsul general francés en Mosul, Paul-Émile Botta, descubrió toda una ciudad, Dur Sarrukin (traducido literalmente como “Fortaleza de Sargón”, en la moderna Jorsabad).11 No solo que toda la ciudad lleva el nombre del hasta entonces desconocido rey asirio, sino que su nombre aparece en repetidas ocasiones en inscripciones, que también registran su ataque a Israel.

De manera similar, la mención de Belsasar como el último rey de Babilonia en el libro de Daniel (Dan. 5, 7 y 8) fue usada como prueba de que el autor no estaba familiarizado con la historia de Babilonia. Pero con el tiempo se descubrieron cuatro cilindros del Babilonio Tardío grabados con caracteres cuneiformes en la cima del zigurat Sin en Ur, donde había una oración escrita al dios luna, Sin, pidiendo la protección de Nabonido y su hijo Belsasar.12 Con el tiempo, se hallaron otras tabletas cuneiformes, como por ejemplo el “Relato en verso de Nabonido”, donde se menciona el viaje de Nabonido a Teima, y se dice que dejó a su primogénito (Belsasar) a cargo de Babilonia.13

Una tableta que alberga el Museo Británico y que fue analizada por el asiriólogo Michael Mursa muestra una rara correlación con el individuo no real mencionado en Jeremías 39. La tableta administrativa real de la ciudad babilonia de Sippar data del año 595 a. C., el noveno año de Nabucodonosor II. Uno de los funcionarios más destacados de la corte babilónica, el “jefe de los eunucos” de Nabucodonosor, Nebo Sarsekim, aparece allí entregando una ofrenda de oro en el Esagila, el templo de Marduk, en Babilonia. Este funcionario es el mismo Nebo Sarsekim mencionado por nombre en Jeremías 39, a quien Nabucodonosor ordena guardar y proteger al profeta Jeremías en el año 587 a. C., cuando el rey Sedequías fue llevado cautivo.14

Esos descubrimientos extraordinarios hacen que las historias de la Biblia cobren vida. Miles de otras tabletas cuneiformes de numerosos museos siguen siendo descifradas. ¿Quién sabe qué más se podría descubrir?

Conclusión

Como arqueóloga bíblica, siento pasión por establecer conexiones entre los restos polvorientos que se encuentran en la tierra de las excavaciones con la narrativa bíblica. La arqueología añade a nuestro conocimiento creciente del mundo bíblico de maneras nuevas y apasionantes. Sabemos y comprendemos detalles, cuestiones, conflictos y relaciones como nunca en la historia de los estudios bíblicos. Damos por sentado gran parte de este conocimiento, sin darnos cuenta de que hace 25 años nuestra comprensión del mundo bíblico era mucho más limitada. La exégesis del texto bíblico, el estudio de lenguas antiguas relevantes desde el punto de vista bíblico, las excavaciones arqueológicas de los restos históricos… cada una de esas áreas de estudio enriquece nuestra lectura de la Biblia. Por más apasionantes que son esos hallazgos, no son esos detalles finos sino el conocimiento de que podemos tener una relación profunda y duradera con nuestro Señor y Salvador Jesucristo lo que nos brinda la confianza en la validez de las Escrituras. Es el amor por las Escrituras y el mundo de la Biblia que me impulsa a seguir explorando, aprendiendo y ampliando mis horizontes.

1 Maynard Paul Maidman, Nuzi Texts and Their Uses as Historical Evidence, ed. Ann Guinan (Atlanta: Sociedad de Literatura Bíblica, 2010), p. 4.

2 James B. Pritchard (ed.), Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1969), p. 219; John H. Walton, “Genesis”, en Zondervan Illustrated Bible Background Commentary (Grand Rapids: Zondervan, 2009), t. 1, pp. 84, 85 (nota 343).

3 Walton, pp. 86, 87; véase también Pritchard, p. 220.

4 Traducción de ABC 9 en A. K. Grayson, Assyrian and Babylonian Chronicles (Winona Lake, Ind.: Eisenbrauns, 2000), p. 114.

5 Joyce G. Baldwin, Esther: An Introduction and Commentary (Leicester, Eng.: Inter-Varsity Press, 1984), p. 68.

6 El Hornillo de Incienso de Nippur (B15521) se encuentra en el Museo Penn.

7 William G. Zimmerle, “From History to Heritage: The Arabian Incense Burner,” en Gulf in World History: Arabian, Persian and Global Connections, editado por Allen James Fromherz (Edinburgh: Edinburgh University Press, 2018), libro electrónico.

8 William F. Albright, “The Lachish Cosmetic Burner and Esther 2:12,” en A Light Unto My Path: Old Testament Studies in Honor of Jacob Meyers, ed. H. N. Bream, R. D. Heim, and C. A. Moore (Philadelphia: Temple University Press, 1974), p. 28.

9 Ibíd., pp. 28, 29.

10 El Relieve de Darío I se encuentra en el Museo Arqueológico de Teherán, https://www.britannica.com/biography/Darius-I. Cylinder seal: https://collections.louvre.fr/en/ark:/53355/cl010147091.

11 Austen Henry Layard, Nineveh and Its Remains (seg. ed.) (London: John Murray, 1849), t. 1, pp. 1-10.

12 Uno de los cilindros se encuentra en el Museo Británico (BM 91125).

13 Pritchard, pp. 312, 313; “Verse Account of Nabonidus” (BM 38299).

14 Jonathan Taylor, “The Babylonian Captivity”, en Babylon, ed. por I. L. Finkel and M. J. Seymour (Oxford University Press, 2008), p. 145, fig. 128. La tableta se encuentra en el Museo Británico (BM 114789).


Constance Clark Gane es profesora asociada de investigación en el Seminario Teológico Adventista de la Universidad Andrews.


Fuente: https://interamerica.org/es/