Ricos y con incremento de ocupaciones

Comentarios 2023.09.23

“Así, que, ¿Cuál es tu ocupación?”

¿Cuántas veces hemos dirigido o nos han dirigido esa aparentemente benigna pregunta cuando conocemos a una nueva persona? Usualmente referida a nuestra profesión o carrera, esta pregunta revela que subconscientemente se asume que quiénes somos, está determinado inextricablemente por lo que hacemos.

El trabajo es algo bueno. Dios nos dio el trabajo en el Edén y es una de las instituciones que ha permanecido después de la Caída, si bien involucrando ahora más sudor de la frente (Gén. 3:17-19). De hecho, la Biblia dice claramente que “todo esfuerzo tiene su recompensa” (Prov. 14:23, NVI), y advierte “el que no quiera trabajar, que tampoco coma” (2 Tes. 3:10); y señala muy claramente que “el que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo” (1 Tim. 5:8).

Ciertamente es honorable proveer para la propia familia; y eso requiere trabajar para adquirir riqueza. Después de todo, Dios mismo nos recuerda que el “Señor tu Dios es…quien te da el poder para producir esa riqueza” (Deut. 8:18) y anima a sus siervos a hacer aumentar sus talentos (Mat. 25:26, 27).

¿No debería el creyente cristiano de la Biblia procurar el trabajo y la riqueza para la gloria de Dios? Ciertamente sí. Pero, ¿podría ser posible que aquello a lo que hoy llamamos “trabajo” es algo totalmente diferente?

Workism (traducido literalmente como “trabajismo”) y adoración

En un artículo de 2019 publicado en The Atlantic, se acuñó el término inglés “workism”. Se define como “la creencia de que el empleo es no solamente necesario para la producción económica; sino que es también el elemento central de la identidad de la persona y de su propósito en la vida”.1 La identidad y el propósito en la vida son cosas frecuentemente consideradas como dentro del ámbito de la religión. ¿Podría ser que muchos dentro de la sociedad occidental miran hacia el trabajo para suplir lo que debería ser suplido por la fe? De hecho, ese mismo artículo argumenta sobre este mismo punto. “En el pasado siglo, la concepción estadounidense de trabajo ha ido cambiando, de trabajo, a carreras, a llamamientos —de necesidad, a estatus, a significado”.2

“Tal vez las largas jornadas laborales son parte de la carrera en busca del estatus y el ingreso  entre la élite adinerada. O tal vez la lógica detrás de esto no sea absolutamente el factor económico. Es emocional y hasta podría decirse, espiritual. Los mejor educados y mejor pagados estadounidenses, que pueden tener cualquier cosa que deseen, han elegido la oficina por la misma razón que los devotos cristianos asisten a la iglesia los domingos: es donde se sienten  mejor como ellos mismos.”3

¿Es de extrañar que muchos de los más idolatrados héroes de la sociedad moderna actual sean los ejecutivos, empresarios, líderes y magnates de negocios de más alto octanaje, determinados, ambiciosos y que se mantienen siempre trabajando? A ellos se les tiene como parangones de éxito; su apremio es el estándar de comparación acerca de cuán duro se debe trabajar; y su riqueza es la envidiable aspiración de muchos.

Es evidente que esos valores permean la cultura cuando jóvenes tan de poca edad como estudiantes de preparatoria o secundaria manifiestan orgullosamente cuán ocupados están con asignaciones escolares, lecciones de música, deportes y otra miríada de actividades  extracurriculares. Aparentemente, el exceso de diligencia y actividad es una virtud, un distintivo de honor para exhibirse como una insignia en nuestra banda de Conquistadores

¿O acaso no es esto nada diferente a un modernizado becerro de oro?

Todos adoramos algo y la naturaleza humana está propensa a adorar aquello de lo cual derivamos nuestra identidad.

¿Vivimos muchos de nosotros, aun aquellos de nosotros que hemos sido bendecidos para trabajar en posiciones de “ministerio”, en un mundo en el que la ética de trabajo protestante  ha sido suplantada por la religión del workism y en donde el evangelio ha sido sustituido por el sueño americano, en el cual se adora la mera actividad de mantenerse ocupado en favor de Dios, en lugar de Dios?

La idolatría de Laodicea

Los laodicenses dicen “soy rico, me he enriquecido y no me hace falta nada” (Apocalipsis 3:17, NVI). ¿Podría ser que muchas personas pudieran no sentir necesidad de identidad o propósito en la vida procedente de la Fuente Eterna, porque están demasiado ocupadas tratando de encontrar su realización a través de sus actividades profesionales y materiales? ¿Podría ser que el ajetreo y el trajín de mantenerse ocupados ha opacado el quieto toque de llamada de Jesús a la puerta?

El trabajo es una bendición dada por Dios y debe ser emprendido para su gloria y para el avance de su reino; pero cuando se abusa de él, es un pobre sustituto de una deidad —una deidad no menos inconsistente y caprichosa que los ídolos paganos de antaño. “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo,  conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor” (Col. 3:23, 24).

El sábado: La intersección de trabajo, descanso y adoración

En el centro de los mensajes de los tres ángeles figura un llamamiento a adorar a nuestro Creador (Apocalipsis 14:7) —un claro recordatorio del sábado.

Una parte integral del mandamiento del sábado son los seis días de labor; la verdadera observancia del sábado requiere trabajo significativo. Pero el sábado es la válvula de escape de un día cada semana, el cual provee el elemento de temperancia en nuestro trabajo y que nos recuerda quién es verdaderamente merecedor de nuestra adoración. El sábado vuelve a calibrar la relación de trabajo dentro del contexto de cómo le fue dado al ser humano y el propósito del mismo, de manos de un benevolente Creador. Pero más que todo, nos hace recordar la fuente de nuestra verdadera identidad: hijos e hijas de Dios, primeramente por creación y de nuevo a través de la redención.

En un mundo que adora en el altar del workism, este mensaje se hace necesario hoy más que nunca. Los mensajes de los tres ángeles  y la verdad del sábado hablan a la mayor necesidad de Laodicea y del mundo que nos rodea. Es un recordatorio de que nuestro trabajo no define quiénes somos; es más bien el servicio que le rendimos a Él, lo que lo define. “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados; yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana” (Mat. 11:28-30).

1 https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2019/02/religion-workism-making-americans-miserable/583441/

Ibid.

Ibid.


Fuente: https://interamerica.org/es/