Hola hermanas y hermanos, les saludo con alegría en este sábado tan especial cuando estamos culminando la semana de oración de los niños y adolescentes, y además celebramos a los niños en todo el mundo.
Como decíamos en un mensaje anterior, los miembros de iglesia tenemos el deber de orar por los niños y jóvenes cada día pidiendo que el Espíritu Santo los guíe en su crecimiento espiritual, y hoy quiero enfatizar la importancia de esta misión, en favor de las futuras generaciones.
Aprovecho para expresar mi gratitud y aprecio por su dedicación constante a la fe y a los principios que nos unen como una familia: La familia Adventista. Y al iniciar esta próxima semana un simposio organizado por el Departamento de Ministerio de Salud, que ustedes podrán seguir por internet, les invito a reflexionar en la tercera carta de Juan, capítulo 1, versículo 2: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.»
El cuidado de la salud es un componente esencial de nuestras creencias como Adventistas del Séptimo Día. Pero, además, nuestro enfoque en un estilo de vida saludable que incluye una nutrición adecuada, descanso, ejercicio, luz solar, aire puro, agua, temperancia y confianza en Dios, son parte integral de nuestra fe.
Como hermanos y hermanas en Cristo, es importante que nos cuidemos mutuamente, y permanezcamos atentos a las necesidades de quienes enfrentan algún problema de salud, ya sea física o emocional. Que brindemos apoyo a los más vulnerables, ofreciendo cualquier tipo de ayuda a nuestro alcance.
Tomemos el teléfono, mandemos un mensaje, vayamos hasta esos hogares u hospitales, compartiendo palabras de aliento y esperanza.
Pero sobre todo, oremos por ellos intercediendo para que Dios les de sanidad y les haga sentir amados por Él.
¡Maranatha!
Fuente: https://interamerica.org/es/
