Tiempo y eternidad

Comentarios 2022.09.03

Guillermo Díaz-Plaja, notable poeta español, describió la fugacidad del tiempo en este breve poema:

“Venado veloz, / El futuro se escapa.
¡Oh blanco móvil! / ¡Flecha insustancial!
Cómo tiras de mí: / Elusivo mañana,
Poema no escrito, / Amor en el aire.
Cómo, irremediablemente / Hoy se deshace
Empapado en el vértigo / Del futuro de nadie.” 1

Estas elegantes y desesperantes frases poéticas encuentran un profundo eco en cada corazón. De una forma u otra, todos reconocemos con dolor que la vida es transitoria. Todos sentimos, de manera ineludible, queramos o no, que estamos “insertados” en el tiempo, en un proceso de cambio continuo.

El incesante tictac del reloj; el rostro fluctuante de las diferentes etapas de la vida; el imparable y hasta cruel declive que experimentamos en la vejez; la presencia indeseable y fatal de la muerte. Todos nos recuerdan sin descanso que somos criaturas finitas y mortales.

Como reconoció el salmista en esta conocida declaración de profundo dramatismo: “El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo; porque pasa el viento por ella, y se va, y su lugar no la conoce más” (Sal. 103:15, 16). 2 Y Job, en medio de su dolor, comparó la vida humana con una “sombra” que huye y “no permanece” (cf. Job 14:1, 2).

Pero eso no es todo.

Eternidad en nuestro corazón

No somos tan fugaces como una nube que pasa. También anhelamos la permanencia y tenemos sed de eternidad. Dios ha puesto en el alma humana un anhelo incontenible de vivir para siempre. Como el sabio rey y poeta de Israel, Salomón, dijo acerca de Dios: “Él ha puesto la eternidad en el corazón del hombre” (Ecl. 3:11).

No nos contentamos con unos pocos años de vida. Queremos continuar sin barreras la aventura de aprender y enfrentar nobles desafíos. Queremos disfrutar sin interrupción del cariño de las personas que amamos. Deseamos apreciar nuestras relaciones con los amigos. Queremos estar para siempre en la resplandeciente presencia de Dios, fuente de todo bien. Queremos vivir en el reino perfecto que Dios establecerá, libres de injusticia, enfermedad, dolor y muerte.

He aquí una visión sobre este mundo nuevo y eterno que tuvo Juan el Revelador en la isla de Patmos: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado, y el mar ya no existía. más. . . . [Dios] enjugará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni habrá más lamento ni llanto ni dolor, porque las cosas anteriores han pasado. Y el que estaba sentado en el trono dijo: ‘He aquí, yo hago nuevas todas las cosas’” (Apoc. 21:1-5).

¿Cómo se llega a la eternidad? ¿Cómo se disfruta de una vida sin decepciones ni límites? Señalemos primero que solo Dios es eterno, como está indicado en la Palabra revelada de Dios. En contraste con la transitoriedad y la pequeñez de la humanidad, las Escrituras subrayan la permanencia y la grandeza de Dios. Él es antes y después de todas las cosas.

“Señor”, aseguró Moisés, “tú has sido nuestra morada en todas las generaciones. Antes que nacieran los montes, y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo tú eres Dios. . . . Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer que ya pasó, o como la vigilia de la noche” (Sal. 90:1-4).

Y Jeremías afirma: “El Señor es el Dios verdadero; él es el Dios vivo y el Rey eterno” (Jeremías 10:10).

Pero este Dios grande y eterno es también un Dios bueno.

Un regalo precioso

Él desea que nosotros, criaturas mortales y finitas, recibamos el bendito don de la eternidad. Nos lo dijo en este conocido versículo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Pablo reiteró esta preciosa promesa: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Cuando creemos en Jesucristo como nuestro Salvador y aceptamos los méritos de Su sacrificio en la cruz, la vida eterna ya ha comenzado para nosotros: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36). La muerte temporal que todo creyente sufre al final de sus días no es más que un sueño pasajero, porque su  vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:3).

Pronto quedarán atrás las miserias del tiempo presente y comenzará la eternidad perfecta que Dios nos ofrece gratuitamente en Jesucristo. ¡Alabado sea Su santo nombre! Tú y yo podremos vivir para siempre.

Será una vida sin fin, como las estrellas, y llena de riqueza, como la misericordia de Dios.

1 Guillermo Díaz–Plaja, Poesía Juntos (Buenos Aires: Editorial Losada, 1967), p. 37. La traducción al inglés es del autor.

2 A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de The Holy Bible , English Standard Version, copyright © 2001 de Crossway Bibles, una división de Good News Publishers. Usado con permiso. Reservados todos los derechos.

Por Tulio N. Peverini


Fuente: https://www.adventistworld.org/