El nuestro es un mundo de tensión internacional, explotación habitual, caos económico, terrorismo frecuente y repetidos llamamientos a las armas. Estas hostilidades e incertidumbres ponen en peligro la paz y la civilización de este planeta. Crean obstáculos en el camino del testimonio cristiano a través de fronteras y tienden a inhibir la evangelización. Pueden dar lugar a que se impongan restricciones a la libertad religiosa.
Ante este mundo tormentoso y confuso, la conciencia adventista se despierta. Los delegados a la quincuagésima tercera sesión de la Conferencia General invitan al pueblo de Dios en todos los países a orar fervientemente por la paz mundial y por contener los vientos de discordia y guerra. Los adventistas, por precepto y ejemplo, deben defender y trabajar por la paz y la buena voluntad hacia los hombres, y así ser conocidos como pacificadores y constructores de puentes.
Hacemos un llamado a todos los Adventistas del Séptimo Día y a otras personas de buena voluntad, en la medida en que en ellos reside, a ayudar a crear atmósferas de cooperación y hermandad, que conduzcan a intercambios entre diferentes culturas y sistemas ideológicos y a un mejor entendimiento entre hombres de todas las razas, religiones, y convicciones políticas.
Debido a que el tiempo es corto, y en vista de las innumerables oportunidades abiertas al pueblo de Dios para el testimonio y el avance del evangelio, mientras aún prevalece una situación preapocalíptica, hacemos un llamado urgente a cada hijo de Dios a participar en el programa evangelístico concertado lanzado en todos los continentes y guiado “Por Su Espíritu”.
Esta declaración fue adoptada por el congreso de la Asociación General en Dallas, Texas, en abril de 1980.