50 Aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos

Declaraciones Oficiales 17 de noviembre de 1998

Desde sus inicios a mediados del siglo XIX, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha apoyado los derechos humanos. Inspirados por los valores bíblicos, los primeros adventistas participaron en la lucha contra la esclavitud y la injusticia. Reivindicaron el derecho de toda persona a elegir sus creencias según su conciencia y a practicar y enseñar su religión con plena libertad, sin discriminación, respetando siempre la igualdad de derechos de los demás. Los adventistas del séptimo día están convencidos de que en la religión el ejercicio de la fuerza es contrario a los principios de Dios.

Al promover la libertad religiosa, la vida familiar, la educación, la salud, la asistencia mutua y satisfacer las necesidades humanas más acuciantes, los adventistas del séptimo día afirman la dignidad de la persona humana creada a imagen de Dios.

La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 fue escrita y adoptada por personas que habían salido de la destrucción, la desorientación y la angustia sin precedentes de la Segunda Guerra Mundial. Esta desgarradora experiencia les dio una visión y el deseo de un mundo futuro de paz y libertad. Procedente de lo mejor y más elevado del corazón humano, la Declaración Universal es un documento fundamental que defiende firmemente la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la no discriminación de las minorías. El artículo 18, que defiende incondicionalmente la libertad religiosa en las creencias y prácticas, es de especial importancia, porque la libertad de religión es el derecho humano básico que sustenta y defiende todos los derechos humanos.

Hoy en día, la DUDH se viola a menudo, en particular el artículo 18. La intolerancia con frecuencia levanta su fea cara, a pesar de los avances en materia de derechos humanos logrados en muchas naciones. La Iglesia Adventista del Séptimo Día insta a las Naciones Unidas, las autoridades gubernamentales, los líderes y creyentes religiosos y las organizaciones no gubernamentales a trabajar consistentemente para la implementación de esta Declaración. Los políticos, los líderes sindicales, los docentes, los empleadores, los representantes de los medios de comunicación y todos los líderes de opinión deberían brindar un firme apoyo a los derechos humanos. Esto respondería y ayudaría a reducir el creciente y violento extremismo religioso, la intolerancia, los crímenes de odio y la discriminación basada en la religión o el secularismo antirreligioso. De esta manera, la Declaración Universal ganará importancia y brillo prácticos y nunca correrá el riesgo de convertirse en un documento irrelevante.

Esta declaración fue votada por el Comité Administrativo de la Asociación General el 17 de noviembre de 1998 y publicada por la Oficina de Asuntos Públicos de la Asociación General.